La piel frágil y reactiva es un tipo de piel especialmente sensible a las agresiones externas. La tirantez, el enrojecimiento, el picor y la sensación de quemazón son signos de un desequilibrio cutáneo y de una barrera protectora debilitada.
A diferencia de la llamada piel «sensible», la piel reactiva tiende a reaccionar de forma exagerada ante factores a menudo inofensivos, como los cambios de temperatura, el estrés, la contaminación, la fricción, el agua dura o determinados ingredientes cosméticos. Tolera muy poco y se irrita con facilidad, a veces sin motivo aparente.
Este tipo de piel requiere una atención especial: suavidad, protección e hidratación son las prioridades fundamentales. Los productos para el cuidado de la piel deben elegirse con cuidado. Se prefieren texturas ligeras y calmantes y fórmulas con propiedades calmantes y reparadoras.
También es esencial adoptar una rutina sencilla y constante. Cuanto menos se sobrecargue la piel, menos probable será que reaccione. Un limpiador suave, una crema hidratante adecuada y sérums o aceites nutritivos suelen ser suficientes para restaurar el confort y la tolerancia.
Aprender a escuchar a tu piel significa darle lo que realmente necesita. Y con el tiempo, incluso la piel más frágil puede recuperar el equilibrio, la calma y la luminosidad.